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El Partido Popular y Cáritas según Hacienda

Abonico | 18 de marzo de 2015

Cuando se quiere negar las evidencias, esconder lo que se ve o imponer el propio discurso para que, repetido una y otra vez, aparente ser la única verdad, el peligro inmediato es caer en una tosquedad desvergonzada que abochorna al más pintado. Y al menos descreído.
 
En cualquier recoveco de la vida, desde el político al deportivo, pasando por el financiero, el judicial o el religioso, estamos viendo actuaciones prepotentes, rastreras, dictatoriales, serviles… Eso sí, todas esperpénticas y casi rozando la grosería.
 
¿Puede haber algo más burdo que comparar la labor de Cáritas con la de un partido político, para más inri del Partido Popular, acostumbrado a recibir donaciones millonarias de quienes algo buscan, ya sea en cuanto a tranquilidad y libertad de acción, de todo tipo, o con una finalidad muy concreta? ¿Se puede comparar una gran donación, de muchos miles de euros, al Partido Popular por parte de un empresario adinerado, y que algo busca, con las limosnas que muchas personas del escalón más humano ofrecemos a Cáritas para que puedan llevar a cabo su labor solidaria y de ayuda a los más necesitados?
 
Primero negaron la existencia de esas donaciones, que ni siquiera han tributado su correspondiente gravamen. Después vino el correspondiente remoloneo para no darle al juez lo que estaba pidiendo; y todo porque a ver cómo le explican eso a los miles de ciudadanos, unos en paro y otros, malpagados, que en qué se ven de cubrir necesidades. Y para rematar, diciendo que sí, que ahí están pero que es lo mismo que los donativos que reciben Cáritas, Cruz Roja y cualquier ONG. Como si el destino de carácter político-empresarial-económico de unas, y el de las otras, social y para primeras necesidades, fueran lo mismo. De vergüenza. Y más, además, si reparamos en que esa explicación exculpatoria es obra de un asesor del ministro Montoro, hermano del director de la Agencia Tributaria.
 
Si Hacienda somos todos, que es lo que nos van a repetir hasta la saciedad cuando, dentro de unas semanas, comiencen a concienciarnos de que tenemos que contribuir para que la sociedad funcione, quienes no sabemos de cuestiones económicas y empresariales solo alcanzamos a pensar con sentido común. Y llegamos a la conclusión de que si todos pagáramos lo que a cada cual corresponda -los partidos políticos, también- y la justicia, bueno, algún juez, hace aflorar esas donaciones caritativas con fines casi inconfesables -bueno, sí, políticos-, a lo mejor empezaríamos a ser una sociedad civilizada, democrática, solidaria, ética…
 
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