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LUCE-CITAS BAJO EL PUENTE

Abonico | 29 de enero de 2015

HORNILLO - PUENTE -
 
Recordamos con nostalgia las viejas carteleras de los cines (Capri, Calablanca, Gran Cinema...) en las que de vez en cuando aparecía alguna película ya exhibida anteriormente, pero esta vez con el añadido de copia nueva. Eso tan solo significaba que esta última había sido proyectada menos veces que la anterior, por lo que casi siempre era una película con menos cortes e imperfecciones y con una mayor duración; una copia nueva nunca suponía un guión nuevo o reescrito. Se trataba de la misma película. Tan solo era una cinta lo más cercana a la original.
 
¿Se imaginan una copia nueva de "Lo que el viento se llevó" en la que Tara no hubiese sido incendiada y en la que la señorita Escarlata no pronunciase aquello de "...Nunca volveré a pasar hambre"? ¿Se imaginan la escena en la que Azarías hace justicia a su Milana con otro final para el señorito Iván? Pues bien, eso nos sucede con la historia de nuestro pueblo: queremos copia nueva y no una reescritura de guión.
 
Y ahora llega a nuestras pantallas la rehabilitación del Puente del Hornillo tras derribar, no hace muchos años, el trozo de vía por donde los vagones procedentes de la estación accedían a él, camino de los depósitos donde debían alojar el mineral.
 
Pero haciendo referencia a las “Luce-citas bajo el puente”, como reza el titular de este artículo, nos hacemos una pregunta: ¿era necesario el color morado, azul o verde de la iluminación? Y una última reflexión sobre este asunto: ¿qué pensaría el ingeniero Gustavo Guillman Bovet si pudiera ver el aspecto que luce ahora su obra, teniendo en cuenta, además, la necesaria como tan poco acertada en su diseño, pasarela lateral que le han adosado al puente, quedándose tan panchos?
 
Llegados a este punto, cabe resaltar que a la gente, en general, y a los aguileños en particular, siempre nos han atraído las cosas que nos trasladan a la historia de Águilas, ya sean objetos, construcciones, escritos... Estos nos sumergen en el pasado y consiguen hacernos imaginar las vidas de los que compartieron su historia. También nos hacen revivir nuestra niñez, como lo hacía el viejo castillo. Sí, el viejo, no el que tenemos ahora.
 
Por lo que hemos visto y por lo que hemos oído a las gentes que lo han visitado, la rehabilitación, reconstrucción, o como quieran catalogar lo que se ha hecho con él, no deja de ser una reescritura de guión, por mucho que se empeñen sus responsables en afirmar que se han seguido los planos originales.
Los hay que dicen, en defensa de ello, que la Torre Eiffel dio mucho que hablar en su época y que tuvo muchas críticas. No vamos a contradecir estas discrepancias, pues cada cual tiene su opinión, pero no confundamos: la insignia de París fue una construcción nueva, no una “rehabilitación” como es el caso de nuestro castillo. Pero es más, ¿se imaginan ustedes que ahora la recubrieran de acero inoxidable y cristal? No, amigos, los parisinos no dejarían que tal cosa sucediese.
 
Para terminar, tan solo un ruego o mejor, dos. El primero es que dejemos de reescribir el guión de nuestro patrimonio. En su lugar, rehabilitémoslo. Y el segundo, no nos olvidemos de otros pedacitos de él, que van desmoronándose poco a poco como la centenaria Chimenea de la Loma y su vecina, la más antigua residente de nuestro pueblo, la abandonada y casi desconocida Torre de las palomas junto a su compañera La Casa Grande.
 
P.D.: Un recuerdo entrañable a los desaparecidos Cocherón, Fuente del Oro y otros ilustres testigos de la historia de Águilas, víctimas del ¿progreso? Ya lo decía el dueño de un viejo bar de la localidad: “El pogreso no hay quien lo avite”. Pues eso.
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